domingo, 6 de mayo de 2007

73 nocturno

A Ángel González

Aplauden los semáforos más libres de la noche,
mientras corren cien motos y los frenos del coche
trabajan sin enfado. Es la noche más plena.
Ninguna cosa viva merece su condena.
Corazones y lobos. De pronto se ilumina
en su sillín con prisas la línea femenina
de un muslo. Las aceras, sin discreción ninguna,
persiguen ese muslo más blanco que la luna.
Pasan mil diez parejas derechas a la cama
para pagar el plazo de la primera llama
y firmar en las sábanas los consorcios más bellos.
Ellas van apoyadas en los hombros de ellos.
Una federación de extraños personajes,
minifaldas de cuero, chaquetas con herrajes
y el hablador sonámbulo que va consigo mismo,
la sombra solitaria volviendo del abismo.
Luces almacenadas, que brotan de los bares,
como hiedras contratan las perpendiculares
fachadas de cristal. Hay letreros que guiñan,
altavoces histéricos y cuerpos que se apiñan.
El día es impensable, no tiene voz ni voto
mientras tiemble en la calle el faro de una moto,
la carcajada blanca, los besos, la melena
que el viento negro mueve, esparce y desordena.
Yo voy pensando en ti, buscando las palabras.
Llego a tu casa, llamo, te pido que me abras.
La ciudad de las cuatro tiene pasos de alcohólica
Desde el balcón la veo y como tú, bucólica
geometría perfecta, se desnuda conmigo.
Agradezco su vida, me acerco, te lo digo,
y abrazados seguimos cuando un alba rayada
se desploma en la espalda violeta de Granada.
Luís García Montero

2 comentarios:

Paula dijo...

te sigo, bien sabes que te sigo

en silencio la mayoría de las veces
con palabras torpes otras

y con agradecimiento siempre

Un abrazo

Javier López Clemente dijo...

Hola Paula.

Hace tiempo que me recomendaron la lectura de García Montero. He emepezado hace poco a disfrutar de sus palabras pero creo que yo tambien le voy a seguir porque en su compañía el silencio no importa, lo importante son las palabras, que al lado de las suyas siempre serán torpes pero eso ni importa.

Salu2 Córneos y un abrazo en la tierra dónde hasta los hundidos son capaces de prometer un rezo junto a las velas sin consumir y a las cúpulas restauradas para el deleite de los turistas.