Hubo un tiempo en que equivocarse en un pase significaba mucho, para mal. Yo empecé mi carrera profesional en Rosario, ciudad implacable con los malos jugadores. En uno de mis primeros entrenamientos, le di la pelota al Mono Oberti, viejo ídolo de Newell´s y mío, pero el pase no fue bueno. El Mono no hizo ni el menor esfuerzo por alcanzarla, me miro como si me hiciera un favor, y dijo:"Nene, al pie, y si no dedícate a otra cosa". Ahora, cuando un futbolista falla el envío por tres metros, el compañero lo aplaude, no vaya a ser que el pasador se deprima. Otra variante sobre aquella estética del fútbol, la cuenta Di Stefano en su excelente libro Gracias, Vieja, al recordarnos que antes, cuando se marcaba un penalti, no se festejaba. Daba vergüenza gritar como un loco el aprovechamiento de semejante ventaja. Eso es, daba vergüenza.
(Jorge Valdano. El miedo escénico y otras hierbas)
(Jorge Valdano. El miedo escénico y otras hierbas)
(texto enviado por Alejandro Pastor)
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